viernes, 17 de julio de 2009

El Salvador

¡Han visto a Maureen!... era la pregunta que su servidor le hacia a cada uno de lo autobuses con atletas salvadoreños que abandonaban la villa centroamericana en ruta a sus compromisos. Son las seis de la mañana del ocho de agosto de 1998, primer dia de competencia de la edición XXVIII de los Juegos deportivos Centro Americano y del caribe celebrados en la tórrida ciudad de Maracaibo Venezuela.

Mi presencia en dicho conclave deportivo como delegado de ciclismo no dejaba de preocuparme, tener la presión de mis responsabilidades al interior del equipo nacional, incluso ya afectaba mis tiempos de comida, sueño y nervios. Aborde el auto bus que me traslado hasta la zona de Santa Rita, los 8.678 metros del puente General Rafael Urdaneta sobre el Lago de Maracaibo me parecen interminables, la grandiosa estructura es la vía que une el resto del país con el occidente zuliano.

Llegue a la zona de meta, y presuroso busco a mi pupila, preocupado por no saber nada de Maureen desde la hora del desayuno, traspirando por el sol de las ocho y la humedad de la zona, finalmente la encuentre. Tranquilamente la Rubio de Oro, montada sobre su bicicleta, regresaba de reconocer el circuito en su totalidad, es por ello que a tempranas horas de la mañana Maureen Vergara se adelantaba a sus rivales, días atrás ya les había vencido, desde el sacrificio de sus estrenos, su disciplina y su valentía. Llego la hora de la salida. Una a una las corredoras inician el camino.

Mi representada en su calidad de campeona panamericano de contra reloj fue la ultima. Dolores Molina de Guatemala, Las cubanas Madelín Jorge y Julier Rodríguez, las mexicanos Nancy Contreras y Belem Guerrero, las venezolanas Anrossy Paruta y María Carstens, corredoras colombianas y Ticas, entre otras sucumbieron ante el demoledor paso de la corredora salvadoreña, quien jamás volteo la vista hacia atrás en los 20 kilómetros de recorrido, a las orillas de lago de Maracaibo.

Roger Farell el “triniteño” quien fungió como entrenador personal de la ciclista cuzcatleca, dio las instrucciones vía radio. Vigilantes de la progresión de su corredora, el experimentado entrenador, supo guiar a nuestra corredora al mejor promedio. Recuerdo claramente, con voz pausada y suave, le dictaba los márgenes de carga física en los diferentes tramos programados de esfuerzo. Así fueron llevando la carrera. A falta de 2 kilometras al arribo, Farrel cambio el tono amable y suave de su voz, ¡GO! ¡GO! ¡GO!, grito su entrenador, ahora sus palabras convertidas en truenos, exigieron al máximo el esfuerzo final de Maureen, nuestra dama escarlata tomo los manillar de su bicicleta “Klein” especialmente diseñada para contra reloj y derramo toda su energía sobre un ardiente asfalto, atrás de ella, en el vehículo mis ojos se clavaron en el tacómetro, ¡70 kilómetros por hora! fue la velocidad del embalaje final de Maureen. Al cruzar
la meta un fuerte aplauso adorno su llegada, hecho un manojo de nervios, volteo a ver a Roger Farell, quien me dijo… “Numero uno… somos los mejores”…

Rápidamente descendí del coche, al fondo de lejos, los gritos de ¡El Salvador! ¡El Salvador!, Sonaron como una suave canción al interior de mis sentidos. La primera medalla en disputa de los juegos era nuestra. La misión estaba cumplida. Corriendo me acerco a la celebración, Juan Rivas, Hernández Issusi, Enrique Molins y otros salvadoreños celebraba ruidosamente. ¡Hijue puta!... ¡hijue puta!, Salio a mi paso el Ing. Molins quien me abrazo al tiempo que agradecía mi papel como Delgado, ya que debido a mi gestión Maureen pudo utilizar todas sus bicicletas para este evento, que lo comenzamos a ganar desde la mesa del congreso técnico, cuando aprobaron el uso de velocípedos de alta tecnología en la edición XXVII de los Juegos centroamericanos y del caribe 1998, los juegos del sol.

Allí donde brillo el temple y el coraje de nuestros atletas. Al final de la justa Maureen Vergara se beneficio por el dopaje colectivo descubierto en el equipo mexicano de ciclismo, la salvadoreña termino con dos medallas más de las previstas.

Han pasado once largos años y como pasa el tiempo. Hoy en dia, Maureen Vergara vive alejada del bullicio y la algarabía de la dirigencia deportiva, perdida en el anonimato sin aspa vientos, ni gloria pasajera. Solo quiero decirte amiga. Que a donde estés…

Gracias Maureen Vergara por existir.

PD:Una de las medallas obtenidas en esos juegos esta en Davao Filipinas, en manos de mi amada sobrina Anita Willis Herrera.

Por, Manuel Rebollo

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